Harfe apagó la luz.
―Cello, cuéntanos un cuento.
―Es hora de dormir, Viola.
―Anda, Cello, porfa…-suplicó Harfe.
Flügel no pudo disimular una risita.
―No me lo puedo creer. A ver, esto era una princesa…
―Cello, ¿nunca te han contado cuentos? No se empieza así –protestó Viola: -Érase una vez…
―¿Qué más da?
―Viola tiene razón. –observó Harfe –“Esto era una princesa” no es manera de empezar un cuento. Así es como empiezan los chistes de Traste, Cello y lo siento mucho, pero me temo que tú no tienes madera de cómica.
Cello sonrió para sus adentros.
―Dios… A ver, érase una vez una princesa encerrada en lo más alto de la más alta torre de un castillo…
―Un palacio, que sea un palacio –pidió Harfe.
―Está bien, un palacio. Se trataba de una princesa encantada que a causa de la maldición de una malvada hechicera no podía dormir…
―¿Cómo se llamaba? ―Preguntó Viola.
―¿La princesa o la bruja? –preguntó Flügel.
―La bruja –contestó Viola.
―¡La princesa! –saltó Harfe.
―La bruja se llamaba Pústula y la princesa Floripondia, ¿contentas?
―Oh, Dios mío no, que nombre tan horrendo Floripondia –se quejó Harfe -¿Qué tal Serenade o Symphony?
―¿Qué tal Gladis? –sugirió Flügel.
―Se llamaba Gladis. ¿Conformes?
―A mí no me parece bien que la bruja se llame Pústula –expresó Viola ―¿No es discriminación que una bruja sea fea solo por ser bruja? Me parece muy mal y muy injusto.
―Yo no he dicho que fuera fea –negó Cello.
―¡Con ese nombre! –exclamó Harfe.
―Vale, pues la bruja no se llamaba Pústula, se llamaba Hermosura, ¿todas contentas? –replicó Cello de muy mal humor –. Como iba diciendo, Gladis no podía dormir por culpa de un hechizo de la bruja Hermosura, la bruja más bella que jamás se haya visto en el reino de… el reino de Allá-Lejos.
―¿Allá-Lejos? ¿Qué clase de nombre es ese? ―Cuestionó Viola.
―¿Ya vale no? ¡Que el cuento lo estoy contando yo!
―Vale, vale, tampoco es para ponerse así…
Cello bufó.
―Vamos a ver, el reino se llamaba Allá-Lejos y la princesa no podía dormir y tenía unas ojeras horribles a juego con su vestido púrpura.
―¿No puede ser rosa? –Preguntó Flügel -¿O azul?
―No, ¿no entiendes que si no, no hace juego con las ojeras? –resaltó Viola.
―Tú sí que entiendes la esencia de los cuentos, Viola –comentó Cello con tono burlón. ―Como iba diciendo, la princesa tenía un vestido púrpura que le había tejido su hada madrina y…
―Las hadas suelen tener mejor gusto –objetó Harfe –Yo pienso como Flügel. ¿No hay un color más alegre o más fae en cualquier caso? ¿Qué tal verde? Si quieres, puedes decir que sus ojeras eran verdes también.
―Así no va ha haber príncipe que se enamore de ella –se lamentó Flügel.
―¡Por supuesto que habrá príncipe que se enamore de ella! El verdadero amor no atiende a nimiedades como las ojeras verdes de una. –Defendió Viola exaltada – el príncipe se enamorará de ella por su simpatía, su bondad, su agudeza de pensamiento y por lo bien que toca la viola, ¿verdad que sí Cello?
―Desde luego, Viola.
―¿La viola? Yo me la imaginaba tocando el arpa… -observó Harfe.
―No, esta Gladis era polifacética: tocaba el arpa, el piano y la viola –aclaró Cello ―Viola, lo decía porque la viola la tocaba especialmente bien.
― Ah, bueno.
―Es que, claro, imagínate –terció Flügel –si no podía dormir, tendría un montón de horas extras que podría dedicar a aprender a tocar muchos instrumentos. Y más, dentro de lo alto de una torre. No tendría mucho más que hacer.
―Imagínate –corroboró Cello.
―Entonces, ¿cómo sigue el cuento? ―preguntó Flügel -¿Llega el príncipe o no llega?
―Sí, sí llega –afirma Cello –guiado por el dulce sonido de… la música, encuentra la torre más allá del encantamiento que la escondía del resto de reino de Allá-Lejos. Cabalga, atraviesa obstáculos, lucha con un dragón…
―Jo, qué valiente –se admira Flügel.
―… y rescata a Gladis y como se enamora de ella por todas esas cosas que dijo Viola, rompe el hechizo y ella cae en sus brazos, dormida plácidamente durante todo su viaje de retorno al castillo, es decir, al palacio de sus padres.
―Qué suerte, así no se aburrió durante el trayecto. A mí me pasa mucho cuando voy a París –dejó caer Viola.
―Ya bueno, pues ella tuvo sueños maravilloso y cuando despertó, él le pidió su mano en matrimonio al padre de Gladis y fueron felices para siempre.
―¿Qué pasó con la bruja Hermosura?
―Ah, no sé, se quedaría soltera –Cello cerró los ojos, vencida por el cansancio.
―¡Ay, pobre!―se lamentó Harfe.
―Que no, que así era muy feliz. Tenía más independencia –aclaró Viola.
―¡Ay! Me encantan los cuentos de Cello –susurró Flügel con voz soñadora.
―A mí también –masculló Viola antes de bostezar.